miércoles, 4 de enero de 2012

El cementerio


No sabía que fuera un cementerio, pero con el tiempo me di cuenta de que así era…

Yo debía tener por entonces alrededor de cinco años más o menos.

Había un lugar al que yo iba cada noche. Era un sitio raro. Parecía una ciudad caverna. Todo era de un color marrón rojizo, como si una capa de tierra húmeda lo recubriera.

Había montículos repartidos por el suelo. Olía mal.

Deambulaban por allí seres revestidos de oscuros harapos. No tenían rostro. Parecía como si no me pudieran ver. Yo si los veía a ellos.

Una vez, en una de aquellas visitas nocturnas, recuerdo que al fijarme en uno de aquellos montones de barro que allí había, pude ver algo parecido a una mano descolorida, vieja y arrugada. Entonces no tuve duda, ¡ERAN MUERTOS! Estaba en un cementerio.


Un escalofrío recorrió mi pequeño cuerpo, tenía mucho miedo. Cuando el terror era ya insoportable, tanto que dolía el pecho y quemaba la espalda, entonces, abría los ojos y…Qué alivio, me encontraba en mi cama.

Era solo un sueño. Un mal sueño que se repetía cada vez que desconectaba del mundo para ir a dormir. No me gustaba dormir. Odiaba la noche.

La noche significaba soledad, desamparo, estar perdida. Estar perdida en aquel antro.

A muy corta edad fui consciente de la muerte, de mi muerte. Este pensamiento me estuvo obsesionando durante mucho  tiempo…Pensaba como sería el momento en el que la vida se escapara de mi cuerpo. Qué pasaría conmigo. Qué pasaría con mi madre. ¿Lloraría mucho por mí?
La pesadilla volvía y volvía…Muertos, almas en pena, hoyos…

Yo era una niña flaca, pelirroja, con mucha imaginación y con muchos miedos.
Dormía con mi hermana Mari. Ella era algo más pequeña que yo, pero mucho más madura y fuerte.
Era quién me calmaba cuando me despertaba temblando en medio de la noche. Me arropaba e intentaba convencerme de que aquel cajón en el que nos encontrábamos, no era un ataúd, sino nuestra cama.

Con el paso del tiempo, aquellos sueños se fueron, pero vinieron otros.

De todos ellos he  aprendido cosas: Del cementerio aprendí que cómo dijo el poeta Gustavo Adolfo Becquer, los muertos se quedan muy solos. Que es un encuentro entre tú y ella y nadie más. Que es la verdad más absoluta y que a todos nos llegará, a unos antes y a otros después. Es cuestión de tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario